miércoles, 6 de noviembre de 2013

La tragedia de Lampedusa: ¿dónde está la moral europea?

La tragedia de la muerte de cientos de seres humanos que huían de la desesperación en zonas de terrible conflicto obliga a resonar de nuevo la alarma en la conciencia de Europa. No basta expresar compasión, ni es suficiente lamentar y condenar la falta de solidaridad que habita en la desigualdad, la injusticia y la miseria que lleva a tantos africanos a arriesgar la vida y, a cada tanto, a perderla.
Europa debe hacer frente de una vez a sus responsabilidades. Para empezar, realzando la transformación y el impulso experimentados por el Espacio Europeo de Libertad, Seguridad y Justicia en el Tratado de Lisboa. Y consecuentemente, con una política exterior comprometida realmente con los derechos humanos y los valores y principios con que el Derecho Europeo gusta de llenarse la boca. La política de asilo y refugio y de gestión de las fronteras exteriores y la circulación de personas es, ahora por fin, desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa (1 diciembre 2009) una política europea, sujeta a la legislación del Parlamento Europeo. El Parlamento Europeo ha completado en el curso de esta legislatura (2009-2014) la adecuación a Lisboa de todo el derecho de asilo y del espacio Schengen de circulación de personas. Y sin embargo, tanto el Consejo (que representa a los gobiernos nacionales) como particularmente algunos de los Estados miembros continúan todavía comportándose como si fuera su competencia exclusiva.
Es preciso reforzar la cooperación con los países de origen, e incrementar el apoyo económico y social al desarrollo de los pueblos sometidos actualmente a la exasperación de la desigualdad y apoyarla anímica y socialmente.
Deben intensificarse las relaciones diplomáticas y de cooperación con los países de tránsito, y es preciso reforzar el apoyo a la gestión de flujos de inmigración en el Mediterráneo.
Hay que abrir de una vez los canales legales para la inmigración. Hay que denunciar, combatir y derrotar la actual mirada hostil a la inmigración en sí: la misma mirada al prejuicio que, de acuerdo con el enfoque conservador dominante en Europa, pretende que la inmigración es, sin más, una "amenaza a la seguridad interior". No lo es: es un factor dinamizador y una contribución a la reanimación de una Europa sumida en una profunda crisis política y moral.
Además, hay que asumir de una vez que las fronteras exteriores de cada Estado miembro deben ser controladas y gestionadas como fronteras comunes de la UE: son un genuino desafío de política europea, y deben ser gobernadas desde instituciones comunes y responsabilidades compartidas.
Además, todos estamos obligados a proveer ayuda y auxilio ante la desesperación. La denegación de auxilio es un delito en España. ¡La responsabilidad penal de quienes rehusaron ayudar a los somalíes y eritreos que estaban ahogándose en el mar debe ser depurada hasta sus últimas consecuencias! Y la indigna legislación italiana en la materia debe ser derogada de inmediato, conformándose a estándares europeos que reflejen un mínimo de dignidad colectiva: ese es el retrato moral que Europa ofrece actualmente ante el mundo. Y es del todo inaceptable.
Finalmente, es preciso incrementar la financiación 2014-2020 en todas y cada una de las áreas de procesos de cooperación, inmigración y operaciones de rescate y salvamento marítimo. Vaya este mensaje rotundo a los gobiernos que racanean los imprescindibles recursos con el pretexto de la crisis que sus disparatadas políticas han contribuido a prolongar.

1 comentario:

  1. Cristina. De dónde has sacado toda esta información. No queda claro. Aparece mi blog, pero y el resto.?¿

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